Hacía mucho más de un año que las patotas paramilitares estaban secuestrando y asesinando a mansalva a militantes, sean políticos, sociales, sindicales, estudiantes… y hasta a veces “por las dudas” o por supuesta cara de “subversivo”; es decir, era la cacería de lo que el poder estimaba como subversivo, y este era el objetivo de aniquilación en primer orden.
De esta manera, entiéndase, que sobre la matanza de la ciudanía por el “ejército de ocupación” y represor argentino, se iban a montar las bases para un nuevo modelo económico.
El 16 de septiembre de 1976, en La Plata, justo para un nuevo aniversario de la “Revolución Fusiladora”, se iba a consumar “La noche de los Lápices”. Un grupo de los adolescentes, que el año anterior habían obtenido el boleto estudiantil gratuito, después de una larga lucha, iban a ser las víctimas de esa noche siniestra. La mayoría de ellos eran militantes políticos de la organización peronista Unión de Estudiantes Secundarios (UES).
Dice Victoria Ginzberg en Página/12 cuando se refiere a otro adolescente desaparecido: “La edad no era un impedimento para tener ideas claras. Cuando Horacio Ungaro tenía trece años, su hermana Marta, que era miembro de la juventud comunista, quiso reclutarlo. Horacio le contestó que pensaba lo mismo que José Ingenieros: ‘El que sigue un ideal sin entenderlo es un fanático’. Y dos años después empezó a militar en la UES. En la madrugada del 16 de septiembre de 1976 un grupo que se identificó como perteneciente al ‘Ejército y las fuerzas de seguridad’ entró a su casa y se lo llevó, junto con Daniel Racero, que se había quedado a dormir allí. Esa noche también desaparecieron Francisco López Montaner, María Clara Ciochini, María Claudia Falcone, Horacio Ungaro y Claudio de Acha. Son los seis que no volvieron de la decena de adolescentes que fueron detenidos a mediados de ese septiembre.
María Claudia Falcone, fue una protagonista central en la lucha por el boleto estudiantil. Los que la conocieron, cuentan que era abanderada y estudiante de Bellas Artes. Vivía en La Plata, iba a las villas a ayudar y era reconocida como una líder. Lectora de Mario Benedetti y seguidora entusiasta de Sui Generis, su flequillo lacio caía sobre sus enormes ojos celestes. Se preocupaba por estar linda, le gustaba ir a bailar y tenía un novio hippie. Militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios. Le tocó vivir en un período histórico en el cual “cambiar el mundo” era una mandato y la solidaridad un pasaporte.
Su madre ha declarado que ella no necesitaba el boleto estudiantil por la buena posición económica de la familia, pero María Claudia quería ayudar a sus compañeros de menores recursos. Tenía 16 años y un equipaje de sueños. Quería que todos tuvieran para comer y un lugar donde vivir. Junto al sobreviviente Pablo Díaz, cuidaron embarazadas secuestradas en el “Pozo de Banfield”. María Claudia había sido salvajemente torturada y vejada en el “Pozo de Arana”.
Cuando tuvo la convicción que no llegaría a los 17 años, le dijo a Pablo “Cada 31 de diciembre levantá la copa por mí”. En ese “tiempo de desprecio” un boleto estudiantil, la militancia política y social, podían ser un pasaje a la muerte, previo paso por el infierno del horror. Pablo Díaz cuyo testimonio ha sido fundamental ha dicho: “En Banfield ellos me gritaban que no los olvide, y que los recuerde siempre. Como sobreviviente, yo respondo a eso”.
Como escribiera el compañero Hugo Presman, los asesinaron cuando recién ingresaban a la adolescencia. Conocieron el horror infinito en un tiempo de desprecio. A treinta y cinco años de que los lápices dejaran de escribir, María Claudia Falcone es el nombre de la Escuela Media Municipal Nº 7 de Palermo. En el 2006, otro colegio, el Nº 12 de Gonnet, en La Plata lleva el nombre de Horacio Ungaro, ahí donde acunó sus sueños. Y todos los 16 de septiembre, miles y miles de estudiantes recorren las calles recordando a aquellos jóvenes. Los que militaban por una sociedad más justa. Los que libraron la lucha por el boleto estudiantil.
Ahí en La Plata, en sus diagonales, después de los años de silencio, el viento de la memoria trae el estribillo de aquellas jornadas tumultuosas y esperanzadoras: “Tomala vos / dámela a mí / es el boleto estudiantil”
En estos jóvenes secundarios con inquietudes distintas, acorde a un tiempo histórico diferente, que caminan recordando a sus predecesores de hace tres décadas, está la continuidad de una historia inconclusa. Mientras a los pibes la memoria les movilice los pies, Daniel, Francisco, María Clara, Horacio, María Claudia, Claudio, seguirán vivos en el recuerdo. Y los Lápices seguirán escribiendo utopías para acercar el horizonte.
¡Compañeros queridos, están con nosotros hasta la batalla final!
¡Compañeros queridos, están con nosotros hasta la batalla final!
2 comentarios:
Imposible recordarlos sin que te den escalofrios, sin que la impotencia se adueñe de uno. Eran niños buscando un mundo mejor, soñando con cambiar las injusticias, las desigualdades.
Eran pibes hijos de putas!!!!
Compañeros militantes estuadiantiles, compañeros "revolucionarios" PRESENTES!
Si Pato, es así, eran pibes que a pesar de sus ideas no la habían vivido ... esta lucha en estos momentos es A TODO!!!
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