Comento de que ésto se obtuvo desde la restauración de la democracia en que vivimos, sí, después de la sangrienta dictadura cívico-militar encabezada por Videla y Martínez de Hoz. En este sentido, para recordar anteriores experiencias electorales, tenemos que el General Perón ya en el año 1951 había sacado el 61,8% y en 1973 el 62,5%. También don Hipólito Yrigoyen, aunque tendríamos que remontarnos a la tercer década del pasado Siglo, alcanzó el 57%. Pero de cualquier manera, es que los 40 puntos de diferencia con el segundo más votado no tiene comparación; sólo se le acerca el Gral. Perón con los 37 puntos que le sacó a Ricardo Balbín.
Por cierto, lo que nos enorgullece y nos da más fuerzas para continuar en este proyecto nacional y popular y que a su vez llena de contradicciones y broncas a los opositores al mismo, es la enorme y profunda acción de gestión sin pausa. También es muy válido recordar que en medio de esto, no debemos olvidarnos que el Gobierno se vio acorralado por una revuelta del stablishment, contra una resolución en la política agraria que no les gustó a esos señores; y a sabiendas que este stablishment, como otros varios sectores, estaban buscando el “pelo en la sopa” para incurrir en una revuelta con medidas casi insurreccionales. Recuerden que Nicolás Casullo les puso el apelativo de los “destituyentes”, cuando apoyado por el poder de los medios hegemónicos cortaron rutas y desabastecieron a las principales ciudades, Sabemos que a partir de aquí todo terminó en una derrota parlamentaria y con un duro traspié en las elecciones de medio término en el 2009 en los distritos más poblados del país. Luego pasaron muchas cosas, sucesivas, en medio de este marco destituyente y hasta objetivamente golpista si se quiere.
En estos momentos, nos encontramos con decenas de puntos de intención de voto en medio de la crisis económica mundial más profunda desde la depresión del ’30 ¿Qué pasó aquí? El gobierno de Cristina Fernández aplicó medidas económicas a contrapelo de lo recetado por los organismos financieros internacionales, el FMI & Cia.; como la habilidad para hacerlo en abierto desafío al poder económico local con medidas como la estatización de las AFJP (que todos los gurús interpretaron como el golpe de gracia a la economía argentina), que hizo posible entre otras cosas la subsiguiente generalización de las jubilaciones y la Asignación Universal por Hijo.
Detrás de esto el Gobierno operó en una constante de gestión como nunca se había visto antes. Salvo algún desfasaje errático, los logros y aciertos fueron innumerables y sucesivos. Pero atención, el pueblo argentino se fue percatando de esto; y a pesar del poder de los medios hegemónicos, de monopolios como Clarín, con bombardeos sistemáticos de información manipulada por TV y diarios y artilugios maquiavélicos con los políticos opositores, el gobierno de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner siguió agigantándose, hasta estar en el nivel que las urnas acaban de señalar recientemente.
Como dijo una vez el ex presidente del Brasil, Ignacio Lula Da Silva: “Creo que el éxito de un gobierno no puede ser medido por la ausencia de problemas sino por la capacidad de extraer experiencias y superarlos”. Algo de esto se vio bien claro en el Gobierno de nuestra presidenta Cristina. Todos sabemos que no se traza un diseño estático con matríz de excelencia para marcar los pasos a seguir de un gobierno. Hay variables constantes. Pienso también que lo que define a un gobierno no es un modelo perfecto diseñado desde ahora y para siempre, sino el rumbo general que se toma día a dia, cada una de las decisiones frente a los problemas que constantemente le plantea la realidad inmediata que va surgiendo. Son las ideas que surgen de sus gobernantes transformadas en políticas, en el marco de un Estado fuerte y protagonista de la administración de una nación.
Fueron ocho años los que hasta ahora han pasado, de una gestión en la que se puede estar a favor o en contra de cómo las cosas se fueron dando, pero no se puede ignorar, que ante cada coyuntura crítica el Gobierno tomó sus decisiones concretas, con logros, a medias en ocasiones, pero siempre con la orientación de fortalecer al Estado nacional frente a los poderes privados. Al mismo tiempo, nos deja bien en claro de que nunca se abandonó la tendencia a la distribución del ingreso con su política social y salarial; y sin abandonar el fortalecimiento en la vigencia de los derechos humanos y las posibilidades de las minorías. Un verdadero gobierno peronista, que se proyecta también como líder regional para el mundo del futuro y ante un sistema global que se desploma. Esto es precisamente lo que el pueblo, el pasado domingo votó.
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