Hoy por la mañana
el diario Página 12 imponía en líneas de Aliverti números por lo menos
escandalosos, o quizá aliviadores para quienes temen y rezan a diario por los
intereses de las corporaciones: un 22 por ciento arriba en valor accionario para
el grupo Clarín en las últimas semanas, que mientas se desgarró tapa tras tapa
por la falta de libertad de expresión y la persecución judicial, acomodó las
fichas como en el Teg, para cuidar su quintita con la mano de un que otro juez
de cabotaje, y por si acaso, valer mucho y bien.
Mientras tanto, Morales
Solá baraja sus líneas en términos de “guerra”, “caprichos presidenciales”, y
se pregunta: “¿qué necesidad grave e institucional se esconde detrás de los
plazos de desinversión de una ley de medios audiovisuales?”, para luego
contestarse: “Ninguna”. Es aquí cuando los periodistas ultra defensores de los
intereses corporativistas y de las desestabilizaciones mediáticas siempre
direccionadas de un grupo empresarial, aprovecha su frialdad intelectual para
plantear la encrucijada judicial como capricho, sin ninguna necesidad de
urgencia.
Tal vez muchos de
estos comunicadores, que han perdido la memoria de sus batallas progre y la han
cambiado por suman estrambóticas de dinero, olvidan que detrás de toda Ley bien
cumplida hay necesariamente cambios, que podrían resultar paradigmáticos. Ni
que hablar de la espera de años de injusticia mediática que llevan miles de
trabajadores en la comunicación e incluso el propio pueblo argentino, pero en
fin, esas son minutas, para Solá no hay urgencia.
Pero en el terreno
de lo ideológico, lo simbólico y lo social, con o sin Ley, Clarín seguirá
siendo Clarín. Incluso seguirá mintiendo cotidianamente y mucha gente seguirá
comprando. No hay un solo punto en la
Ley que pueda impedir ello. Pero talvez si algún día acataran
la norma y terminaran con tanto circo judicial, podríamos develar el misterio,
de qué pasaría con una repartija un tanto más equitativa del espectro radial, gráfico
y audiovisual. Qué pasaría si otros medios, con otras formas de contar el mundo
dieran batalla en términos de consumo y venta. Qué pasaría si Clarín deja de
ensañarse contra la ley, y para con las balas al Estado. Qué pasaría si Clarín
dejara de concebirse como empresa, y se dedicara a hacer periodismo, bajo el
cumplimiento de la Ley.
Hace ya mucho las
corporaciones dejaron de balear al oficialismo para proteger sus intereses. Y
fue hace mucho, porque llevan demasiado tiempo sorteando la ley, dándole al Estado
un pedazo más de descrédito, de vapuleo institucional. Y el Estado no es el
gobierno actual. El Estado somos todos. Son los jueces y es el gobierno, y
también es la gente.
Ayer no se festejó
más que un año nuevo de democracia. No se hizo otra cosa que bailar, festejar y
apoyar a una gestión que se ganó millones de adhesiones convencidas de que es éste
el camino y no otro propuesto por políticos que en la marea ideológica pisotean
hoy su registro moral, en busca de hacer perder crédito al de enfrente.
Pero cuando la
disputa se pone brava, los pingos se ven en la cancha y la representatividad
escandalosa y alentadora con la que gestiona el gobierno abruma. Miles de almas
agrupadas y no agrupadas asintieron con aplausos el apoyo frente a cualquier demora
que pueda tener la aplicación de la Ley. El
mensaje de la mandataria es claro: con odio no se construye absolutamente nada.
Y si algo no asistió a la fiesta de anoche, fue el odio. Una masa insipiente de
ciudadanos argentinos se manifiesta inexorable. Clarín podrá frenar la
desinversión, pero hace ya mucho tiempo que no ha podido frenar su descrédito
intelectual. Ya no voltean a un gobierno con cuatro tapas, y talvez sea eso lo
que más los asusta.
de misobrina AYELÉN BERDIÑAS
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