El periodismo saqueador
Los últimos acontecimientos nombrados por la opinión publicada (y hablo de publicada y no pública, que eso es otra cuestión) como saqueos tendrán que ser investigados y analizados en profundidad como se está haciendo. Pero quiero detenerme en un punto: el periodismo saqueador.
Por Florencia Saintout
Porque la palabra saquear tiene una constelación de sentidos que me gustaría des-cubrir: saltear, asaltar, robar, depredar, merodear, pillaje.
¿Qué es entonces el periodismo saqueador? Voy a dar algunas pistas.
En primer lugar, hay un periodismo en la Argentina que se ejerce desde grandes medios concentrados y desde las tribunas de las derechas que ha sido cómplice y actor protagónico durante el Gran Saqueo de la Argentina. El gran saqueo que comenzó con la dictadura y se continuó en la larga década neoliberal de la democracia.
En dictadura fue el periodismo que robó la verdad. Que la ocultó (recomiendo el libro Decíamos ayer, de Eduardo Blaustein y Martín Zubieta, como tantas y tantas tesis académicas que han dado cuenta del trabajo sucio de la prensa canalla de la dictadura más sangrienta de nuestra historia). De esa prensa que hablaba de enfrentamientos para enmascarar fusilamientos. Que daba la bienvenida a los asesinos, como hizo por citar sólo un ejemplo Joaquín Morales Solá en Tucumán el martes 8 de junio del 76 en La Gaceta. O como cuando en democracia aplaudió el desguace del estado y finalmente hizo una tapa con la infame frase de La crisis causó dos nuevas muertes. El periodismo saqueador es ese que no sólo silenció la verdad sino que la tergiversó y armó operaciones para sostener los crímenes.
En segundo lugar, el periodismo saqueador es el que está manchado con la siniestra historia de papel prensa. Todos conocemos la foto. Y todos conocemos las consecuencias: unos se quedaron con el papel; otros sin siquiera la palabra. El que robó la palabra de todos.
En tercer lugar el periodismo saqueador es el que hoy también quiere robarle al pueblo su voluntad expresada en urnas y no reconoce ni al poder ejecutivo, ni al poder judicial, y mucho menos al legislativo. Que de manera descarada opone sus intereses corporativos travestidos de periodismo independiente contra las decisiones de las mayorías, oficialistas y no oficialistas como es el caso de la ley de servicios audiovisuales.
Por último, el periodismo saqueador es el que todos los días hace algún tipo de operación mediática contra la ciudadanía. Llamo operación a esta capacidad de construir un relato desde el poder con el fin de llevar las relaciones sociales hacia algún lugar que beneficie sus intereses particulares contra los del conjunto de la sociedad.
Esto es justamente lo que han hecho con respecto a lo que llaman saqueo.
Sin lugar a dudas han editado, hilvanado, una serie de acontecimientos con una línea de relato obscena: “lo que sucede es el espejo de lo que sucedió en el 2001”, y para ello se valieron de la más nefasta estrategia de construcción informativa, aquella que la descontextualiza, deshistoriza y la presenta como “hechos” en sí mismos. Si esto fuera así (si la Argentina de hoy fuera la de 2001) y todo fuera tan lineal seguramente lo segundo que ocurriría sería que una presidenta debería irse en helicóptero. En el fondo lo que más desean.
Tanto lo desean que dicen disparates increíbles.
Por ejemplo ayer sábado, La nación, publicó una nota del opinador (qué casualidad, otra vez!) Joaquin Morales Solá donde dice que la Argentina “sin límites y medidas” es la responsable de lo que sin más llama saqueos. Dice que “vastos sectores han perdido la noción de la ley” por culpa del kirchnerismo y que así se explica lo de los robos en los supermercados.
¡Eso es saquear la verdad! Porque justamente son ellos, este periodismo mentiroso, los que atentan contra la posibilidad de una ley común permanentemente.
La gran discusión de la Argentina de hoy, impulsada por el kirhnerismo, se juega en la aceptación o no de un país para todos y todas donde nadie tenga coronita -como dicen los chicos- o posiciones aventajadas -como dicen los sociólogos-. Aventajadas y más que aventajadas: posiciones corporativas, monopólicas, mezquinas. Esa es la discusión. Y el diario La nación ha tomado partido claro por la Argentina de los privilegios. Lo han hecho siempre, y lo hace ahora en cada una de las cuestiones en que esto se juega. Hay que ser cara rota para que ejerciendo el periodismo en un grupo como es Clarín (porque Morales Solá trabaja también para Clarín; trabajó para Clarín durante la dictadura) atreverse a decir que el problema es que el krichnerismo ha provocado la pérdida de una ley común.
Pero ese es el periodismo saqueador. El que también aprieta a la justicia (ellos sí lo hacen) disfrazándose de libertad de expresión para defender a los genocidas. El día miércoles 19 se leyó en Tribunal Oral Federal número 1 de La Plata el fallo contra los genocidas del llamado Circuito Camps, que duró 15 meses , con 89 audiencias, y donde testimoniaron 400 personas. El fallo, en donde hubo 23 condenas, fue ejemplar y contundente a favor de la memoria, la verdad y la justicia.
En la lectura del fallo se puso énfasis en la complicidad cívico militar con los delitos de genocidio. Los jueces específicamente ordenaron investigar complicidades de funcionarios judiciales, eclesiásticos (seminario San José de La Plata) y pidieron que se analice el rol del diario La Nación durante el desarrollo del juicio.
Me parece importante recordar por qué piden que se analice el papel de La Nación: porque el diario publicó una editorial el 10 de diciembre último, titulada “¿Justicia o venganza para Jaime Smart?” con una bajada que decía “Es de esperar que prime la justicia y no el afán revanchista al resolver la situación del ex ministro de gobierno bonaerense”. En su fallo el tribunal pidió remitir copias de esta Editorial a la Comisión Nacional de Independencia Judicial y a la Corte Suprema de Justicia por considerarla amenazante.
Para bien y para orgullo de los argentinos, de los que están a favor del gobierno y de los que no, luego de que el juicio se llevó a cabo, Jaime Smart, ministro del gobierno de la dictadura entre los años 1976 y 1979 fue condenado a prisión perpetua por el homicidio calificado de Jorge Rubestein (y para resaltar: Rubestein era el segundo de Graiver, y fue torturado hasta la muerte por papel prensa) y privación ilegítima de la libertad y amenazas de 43 personas, entre las que estaban aquellos ligados a papel prensa. Ese es el civil que defiende el diario La Nación.
Hay que ser cara rota para hablar de saqueo cuando se es responsable del Gran Saqueo de la Argentina y cuando se opera permanentemente a favor de aquellos que quisieran seguir saqueándola, pero no saqueando comida o plasmas, sino justicia, soberanía y dignidad.
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