Reporte Militante presenta esta entrevista exclusiva de la revista El Sur al dictador Jorge Rafael Videla. Un testimonio histórico que revela sin eufemismos la complicidad de la Iglesia con el terrorismo de Estado. “Los obispos nos asesoraron en el tema de los desaparecidos”, dijo el represor condenado recientemente a cadena perpetua por el robo de bebés durante la dictadura.
Revista El Sur publica en forma exclusiva la entrevista que concedió el dictador Jorge Rafael Videla en el invierno de 2010, cuando estaba alojado en la prisión de Bouwer para asistir a las audiencias del histórico juicio por las 31 víctimas de la UP1, por el que fue condenado a cadena perpetua. Videla se reunió en tres oportunidades con un periodista cordobés a temario abierto. Por qué se conocen recién ahora los detalles de aquélla entrevista .
Aqui parte de la nota, que puede descargarla completa de este enlace.
“Absoluta reserva hasta que me aleje de Córdoba. Concretar el encuentro un día viernes entre las once y las doce bajo la forma de visita de locutorio. Anticiparme la fecha elegida a través de mi abogada defensora”. Al firmante de la carta le faltaría agregar una condición más, y lo haría luego de conceder su segunda entrevista en un frío locutorio de la cárcel de Bouwer: todo lo que había afirmado, dicho o considerado, sólo podría ser publicado después de su muerte. Este hombre que imponía condiciones y sabía que hería de muerte cualquier titular pretencioso, estaba sentado del otro lado de un enclenque escritorio. Parecía increíble que se tratara del mismo que durante años fuera el señor de la vida y la muerte; aquél que estuvo en la cúspide de un brutal aparato de poder. Aquél que llegó ahí para decidir. Y que decidió la tragedia. Frente a semejante ser, de poco servía aquella colección de entrevistas carcelarias que nos habían puesto frente a frente con criminales de todas las variedades: violadores, narcotraficantes, secuestradores, asaltantes de bancos, estafadores, sicarios, rateros, falsificadores. En ese escaparate faltaba una calaña, la máxima, la que supera a todas, la que nunca prescribe, la que jamás se olvida. Era el momento de completar la lista, precisamente con él: Jorge Rafael Videla, el mayor genocida de nuestra historia.
Por qué se publica
Las tres entrevistas con Videla fueron realizadas en el módulo MD1 de Bouwer. Fueron charlas abiertas, sin chicanas, y si se quiere “cordiales” o al menos respetuosas. Pero al culminar la última de ellas, el represor hizo el pedido expreso de que nada de lo hablado fuera publicado. “Sé que mis expresiones van a causar dolor en mucha gente”, se justificó. Su intención era que tales afirmaciones vieran la luz sólo después de su muerte. Durante 24 meses el compromiso fue mantenido. No se publicó nada. Estaba dada la palabra. Quien lo quebrantó fue el propio Videla, concediendo primero una entrevista “publicable” al periodista español Ricardo Angoso, que vio la luz en la revista Cambio 16 en febrero de este año. Debe haberse sentido conforme con sus dichos o bien desdeñado el “dolor” causado por sus palabras, porque después pareció mucho más entusiasmado y concedió largas charlas al periodista Ceferino Reato, quien condensó esos registros y anotaciones en su libro “Disposición Final”. Texto polémico pero que aporta al conocimiento de la verdad histórica en boca de su protagonista mayor. El impulso de “verborragia súbita” que invadió al ex general nos dispensa del compromiso de silencio, quebrantado por su propio ideólogo. Y es por eso que esta entrevista sale a la luz. No creemos estar violando un acuerdo, tácitamente derogado por quien lo propuso.
El diálogo
Fueron los viernes 6 y 13 de agosto, y luego el 18 de octubre, los momentos en que Videla se sentó en una cárcel cordobesa a compartir con un periodista parte de sus memorias sobre la represión. “Es como dijo Ortega y Gasset. Mis circunstancias me llevaron a esto”, arrancó excusándose, ante la consulta sobre si alguna vez se sintió preparado para ejecutar semejante plan. “Jamás me imaginé conduciendo una guerra de este tipo. Nosotros como militares estamos preparados para matar y para morir en la guerra, pero no en una guerra así”, sentenció. En el acto el ex represor citó aquella reunión secreta con Luder y su gabinete, los cuatro planes de acción represiva, de menor a mayor, y los mentados “decretos de aniquilación”, los cuales no eran otra cosa que “una licencia para matar, concedida por un gobierno democrático” que de las cuatro alternativas “eligió la más categórica”.
Autor: Adolfo Ruiz
Agradecemos la gentileza del compañero Hernán Vaca Narvaja, director de la Revista El Sur
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